jueves, 25 de agosto de 2011

"Paul" de Greg Mottola. 2011


El moderado interés que puede suscitar una película como Paul no viene tanto de su director, Greg Mottola, responsable de comedias más o menos indigestas tipo Supersalidos, sino de su guionista y actor principal, Simon Pegg. Este británico de más de cuarenta años pero de aspecto juvenil saltó a la fama internacional de la mano de sus amigos y colaboradores Nick Frost y Edgar Wright, quienes pusieron en pie la simpática Zombies Party. Como consecuencia de aquella hilarante aproximación al universo de George A. Romero, Pegg, Wright y Frost hicieron lo propio con el cine de acción y filmaron la película Arma fatal. A partir de entonces, Pegg (guionista y actor protagonista), Wright (director y guionista) y Frost (actor secundario) han seguido caminos diferentes. Nick Frost ha sido sin duda el menos afortunado. Desde Arma fatal sus apariciones en el cine o la televisión no han pasado de pequeñas intervenciones secundarias de las que nadie parece acordarse. Edgar Wright probó suerte en solitario y filmó Scott Pilgrim contra el mundo, una cinta que no disgustó a casi nadie pero que tampoco despertó demasiado entusiasmo. Simon Pegg en cambio, ha sido el más afortunado. Escribió la simpática comedia Corredor de fondo y protagonizó Nueva York para principiantes y además se ha procurado una modesta aunque significativa presencia en superproducciones de Hollywood como Star Treck, La edad de hielo 3. El origen de los dinosaurios, Mission: Impossible 3, Mission: Impossible. Ghost Protocol y Tintín. El secreto del unicornio. No resulta, por tanto extraño, que Paul sea una iniciativa de Nick Frost, quien por primera vez en su carrera se ha puesto a escribir un guión y a la que Simon Pegg (también coguionista) se ha sumado consciente de que probablemente sin él detrás del proyecto, poco o nada se iba a poder hacer con una propuesta como esta.

Así las cosas, lo cierto es que Paul tiene mucho de película entre amigos, centrada en sus intereses y articulada en torno a un humor muy particular que mantiene cierta distancia con el público mayoritario. Tal vez por esto, se requirió la presencia de Greg Mottola, un director llano sin picos de interés personal acostumbrado a manufacturar películas con el único propósito de llegar a la mayor cantidad de público. Y a grandes rasgos eso es Paul, una cinta con chistes personales enfocados a los amantes del cine, muy especialmente el cine de ciencia ficción, que se combinan con una serie de chistes bastante zafios y de gusto discutible que supongo, están pensados para agradar a los jóvenes de todo el mundo. Sin embargo, lo cierto es que los mejores momentos de Paul salen precisamente de su arquitectura referencial hacia los clásicos -modernos- del cine de ciencia ficción. Hay referencias a E.T., Mi amigo Mac, En busca del arca perdida, La guerra de las galaxias y Alien´s el regreso por citar solo unas pocas. De hecho, esto es así hasta tal punto, que para poder disfrutar plenamente de Paul uno debe de estar al tanto de cuáles son los granes clásicos de los setenta y ochenta y cuáles son sus singularidades para poder cazar al huelo, el constante goteo de chistes, referencias y alusiones directas e indirectas que se hacen a lo largo de todo el metraje.

Por lo demás Paul no pasa de película simpática y poco más. Sus personajes protagonistas son dos descerebrados, pero son conscientes de ello, y por eso no caen mal. Otra cuestión es el extraterrestre, el tal Paul, que va de graciosillo a lo largo de todo el film y al final resulta ser el más descerebrado de todos, eso sí, sin ser consciente de ello, razón por la que termina resultando el personaje menos interesante de la película, una pena, tratándose del rol, a priori, más estimulante.

De este modo Paul se deja ver. Al final todo termina bien y los personajes, los más trabajados y los menos, lo más simpáticos y los menos, todos caen bien. Se trataba en suma de eso. Cine de buena voluntad que no moleste a nadie y que recaude la mayor cantidad de dinero posible. Nada más, aunque los amantes de género puedan recibir un plus adicional.

jueves, 18 de agosto de 2011

"La muerte y la doncella" de Roman Polanski. 1994


Sería muy complicado tratar de comprender el cine de Roman Polanski si no nos situáramos dentro de uno de sus habituales espacios cerrados de atmósferas asfixiantes. Sus películas, por lo menos las mejores, o al menos las más íntimamente ligadas al mundo de Roman Polanksi, suelen ser largometrajes opresivos, encerrados en la laberíntica psicología de sus personajes, una psicología que suele encontrar su traslación a la realidad en los decorados que los envuelve, escurridizos, ambivalentes, esquivos y extraños. Y todo esto está en La muerte y la doncella, una de esas historias tan del gusto del director de El cuchillo en el agua en las que pocos personajes y un decorado que parece plegarse sobre ellos, nos conduce a lo mas hondo del alma humana para remover el avispero que generalmente supone la mente del hombre.