viernes, 4 de diciembre de 2009

Con la mirada en "Drácula"


Como iba diciendo...
Fui sincero. Nada más empezar dije, "lo estuve pensando seriamente, no sabía si decirlo hoy aquí, pero voy a decirlo, a mi no me gusta Crepúsculo". La idea de mi buen amigo Antonio Rentero era la de animar el ambiente justo el día antes del estreno de "Luna Nueva", que en un principio se iba a estrenar el día después de la charla-coloquio (posteriormente se cambió la fecha de estreno de "Luna nueva"), pero la verdad es que yo soy de los que en todo caso, hubiera proyectado "Déjame entrar", que me parece la verdadera sorpresa de la temporada. Pese a todo, les dije a la escasa -y agradecida- decena y pico de asistentes (ya se sabe que a estas cosas nunca va nadie salvo que uno se llame Arturo Pérez Reverte y como no es mi caso...), "pero no se preocupen, aunque ahora vayamos a ver Crepúsculo verán como después le podemos sacar punta al asunto". "Crepúsculo" tiene una cuestión muy interesante y además un momento muy divertido, para mi, el mejor de la película, la escena en la que la familia de vampiros le prepara la cena a Bela, "nos has dado una excusa para estrenar la cocina" dice uno de los vampiros. Esto está muy bien, porque ejemplifica muy bien una cuestión que no siempre se ha reflejado del todo en la gran pantalla, la necesidad imperiosa de los vampiros de confundirse, de mezclarse con la sociedad. En "Drácula", la novela, en un pasaje de sus primeros capítulos, Harker le dice al vampiro, "habla usted muy bien inglés" y Drácula le contesta, "no lo suficiente, aún se percibe por mi acento que soy extranjero, no quiero que la gente en Londres perciba que no soy inglés". Drácula no quiere llamar la atención, muy al contrario, se quiere fusionar con la sociedad londinense, para corromperla desde dentro. Y si la primera cuestión (la necesidad del vampiro de querer confundirse con la sociedad contemporánea) se ha entendido a las malas, la de corromper la moral ha sido una cuestión todavía más peliaguda de entender y no digamos, de aplicar.
Mi buen amigo Antonio Rentero, haciendo de un oportuno cuestionario para la ocasión, me preguntó por qué en "Crepúsculo", se insiste en esa variante "romántica", "enamoradiza" del vampiro, cuando según lo expuesto antes, un vampiro no es así. Yo de entrada, tengo que admitirlo, le eché la culpa a "Drácula de Bram Stoker" de Francis Ford Coppola. Ese vampiro que atravesaba océanos de tiempo creo que le hizo mucho daño al personaje, sobre todo a aquellos que no ha leído la novela original (que son muchos) y que creen que la obra de Bram Stoker es una historia de amor... Llegados a este punto, retomé el concepto original del romanticismo, como esa corriente existencial que nada tiene que ver con una quinceañera mirando con cara de boba a la Luna y si mucho con un atávico miedo a lo desconocido. Y el Drácula de Stoker es precisamente eso, y mucho más que eso. Se ha escrito mucho sobre la novela y sus virtudes tanto, que hay quien pone en serias dudas que la escribiera Bram Stoker, cuyas otras obras no alcanzan los niveles de calidad de "Drácula" ni de lejos. "Drácula" no sólo era una personificación del miedo romántico del hombre a lo desconocido (por aquellos años del Londres victoriano, Rumanía era poco menos que el inframundo y si lo pensamos un poco, lo cierto es que aún lo sigue siendo) sino una evidencia de determinadas obsesiones muy propias del hombre. Porque, y esto es importante, "Drácula" es una obra profundamente machista y por extensión, sus mejores adaptaciones, también lo son. Estos nos condujo ha otra cuestión, ¿cual es la mejor adaptación que ha tenido la novela de Stoker? Yo lo tengo claro. Las de Terence Fisher para la Hammer (en la imagen). Aquellas películas fueron las primeras que destaparon el poso profundamente sexual que nadie quiso, supo, se atrevió o pudo ver en su día. De hecho, la imagen que tenemos del Drácula "sexualizado" (como esos ojos inyectados en sangre o la propia presencia de los colmillos) se lo debemos precisamente a las películas de la Hammer, puesto que antes, Murnau mostró al vampiro como un ser animalizado y la Universal como un gentelman demasiado exquisito para provenir del infierno.
En fin..., cómo digo, la cosa dio y daría para mucho. Después la charla se extendió con unas cervezas de por medio. Cosa fina.., un día memorable.