Da la impresión de que las buenas críticas que le han llovido a una película como Sin identidad tienen su razón de ser más en el hecho de que su director, Jaume Collet-Serra sea un director español que a la concreta cuestión de que, en efecto, el film sea un efectivo largometraje de suspense. Y todo esto sin dejar de admitir que Sin identidad es una película correcta aunque eso sí, diste mucho de Alfred Hitchcock y Roman Polanski con los que se le viene comprado últimamente de forma insistentemente. Porque la verdad sea dicha, Sin identidad, ni tiene el dominio de la puesta en escena del director de Con la muerte en los talones (1959) ni el enrarecido dominio de los espacios del firmante de Frenético (1988). Sin identidad es una película entretenida, correcta como mucho y eso si desistimos en la idea de que se tenga un mínimo de conciencia dramática a la hora de rodar una escena y si olvidamos la teoría de que el cine, es también el montaje.
No hay que olvidar que Sin identidad es una película producida por el temible Joel Silver, uno de los productores más iracundos de Hollywood y con fama de metomentodo. De hecho, ha sido bajo el sospechoso paraguas de Silver donde Jaume Cullet-Serra ha desarrollado hasta la fecha la práctica totalidad de su filmografía (su fugaz idilio británico con ¡Goool 2! Viviendo un sueño (2007) todavía está tratando de olvidarlo) con La casa de cera (2005), La huérfana (2009) y ahora el título que nos ocupa. No se le puede reprochar a Collet-Serra un sabio dominio de cómo funciona Hollywood por dentro y sobre cómo hacer las cosas que uno quiere hacer cuando puede y debe hacerlas. Por ejemplo, La casa de cera era una película que tal y como estaba planteada a Collet-Serra le interesaba lo mínimo, pero salvó los muebles con dignidad y eso le sirvió para poder sacar adelante una película algo más personal como fue La huérfana.
El problema es que da la impresión de que ya es demasiado tarde y que Jaume Collet-Serra se ha dejado empapar más allá de lo tolerable por la particular óptica cinematográfica de su mentor, Joel Silver. Porque aún dando por supuesto que Sin identidad haya sido un film donde el director de origen catalán haya podido gozar de una moderada libertad, ésta solo parece atisbarse en escenas sueltas repartidas muy sutilmente a lo largo de un metraje al que al final le sobran unos minutos.
Porque lo cierto es que si somos sinceros, el mejor y mayor mérito de una película como Sin identidad es que su guión cumple con los mínimos para que después de un arranque tan intrigante, el relato no decaiga pese a la peligrosa acumulación de tópicos y giros de guión más o menos previsibles. Desde luego, a todo esto no es ajeno Jaume Collet-Serra, un cineasta que arrancó su carrera profesional directamente en Estados Unidos saltándose el paso previo que muchos deben de dar antes: llamar la atención de Hollywood desde su país de origen. Collet-Serra no, el director de La huérfana decidió desde el principio asimilar la maquinaría hollywoodiense desde dentro y así convertirse en un perfecto profesional de la Tierra de los Sueños que trabaja para la Tierra de los Sueños y que ejecuta para la Tierra de los Sueños con mano firme las exigencias de las majors sin ningún complejo y con conocimiento de causa.
En cualquier caso, probablemente lo más estimulante de Sin identidad sea comprobar como todavía en Hollywood se fabrican películas a la antigua usanza, es decir, construidas en torno a suspensos dramáticos, a situaciones de guión cogidas con hilos que exigen del espectador una considerable porción de eso que se ha venido a llamar “suspensión de la incredulidad” o “pacto de ficción”. Es decir, cuando un acontecimiento acontece aún sabiendo que tiene una credibilidad cogida por los pelos y que lo normal en la vida de cada uno de nosotros habría sido no actuar así. Pero el público decide creérselo y gracias a esto, muchas obras maestras siguen siendo obras maestras y gracias a esto también, Sin identidad arranca y se sostiene dramáticamente muy bien.
Después, el conglomerado de intrigas y traiciones que salpican el film no son más que un elaborado McGuffing diseñado para poner en los aprietos más rocambolescos a nuestro protagonista que deambula por la ciudad de Berlín sin saber quién es ni a dónde va. Aún así, que nadie se engañe, la película de Collet-Serra no es ninguna digresión sobre el sentido último de la existencia y la angustia de vivir sin saber a dónde vamos ni de dónde venimos y bien es verdad, que tampoco era esa su intención. Sin identidad funciona como un producto de suspense, correcto, mejorable, sin ninguna duda y demasiado esclavo de las exigencias de producción del puñetazo visual y el montaje atolondrado con poca o muy poca capacidad de sugerencia, pero en última instancia, de lo mejor que nos ha ofrecido Hollywood en los últimos meses. Lo que no es poco y todo, con sabor hispano.
4 comentarios:
Pues lo último parece suficiente como para verla... aunque hasta ese punto todo indicaba que no.
Pues no te quedes especialmente con eso último...Quería distanciarme de la opinión general que aplaude casi sin reservas la película y creo que al final, con esa frase, termino por sumarme a ellos. Quédate mejor con el resto.
Un abrazo.
Tiene la etiqueta de entretenida. Vi unas declaraciones del director que apostaba por el cine comercial sin muchas pretensiones. Es decir: el tío es sincero.
Y en ese sentido, la película también Otra cuestión es como algunos críticos la han recibido, que se han pasado un poco, creo yo..
Un saludo Ethan
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