Últimamente ando revisionando buena parte de las películas que los estudios Universal dedicó al monstruo de Frankenstein. "El doctor Frankenstein" y "La novia de Frankenstein", ambas de James Whale, "El hijo de Frankenstein" de Rowland V. Lee, "El fantasma de Frankenstein" y "La zíngara y los monstruos", también conocida como "La mansión de Frankenstein" ambas de Erle C. Kenton. Frankenstein, al contrario que Drácula, aguantó mucho mejor el paso de los años en aquella dorada etapa del horror. En general, el mito creado por Mary W. Shelley proporcionó mejores películas que el legendario vampiro transilvano, exprimido y agotado en su primera aparición cinematográfica en Hollywood por gentileza de Bela Lugosi, demasiado intenso, demasiado abrupto, demasiado...
Frankenstein en cambio, una vez el estreno de "Drácula" puso de manifiesto el interés del público por este tipo de películas, gozó de una mayor libertad creativa y dejó las manos de James Whale algo más libres. "El doctor Frankenstein" y muy especialmente, "La novia de Frankenstein" certificarían el buen estado de salud del mito. Aún así, el moderno prometeo soportó con toda dignidad una tercera secuela nada desdeñable que vendría filmada en esta ocasión por Rowland V. Lee, un formidable director forjado entre las paredes del cine mudo que logró destacar demasiado tarde en un entorno un sistema ciertamente emético hasta el punto de haber pasado desapercibido durante años. Lee no sólo filmaría una dignísima secuela de Frankenstein con "El hijo de Frankenstein", sino que además rodaría películas tan notables como "La torre de Londres", con Boris Karloff o "El capitán Kidd" con Charles Laughton.
"El hijo de Frankenstein", se nota a la legua, todavía fue un proyecto de la Universal planteado con seriedad, esto es, se ofreció el papel de la criatura de nuevo a Boris Karloff, que lo aceptó y se recurrió, nada menos que a Bela Lugosi para que interpretara a Igor (una curiosa paradoja sabiendo que Lugosi negaría en su día meterse en la piel de la criatura por considerarla una interpretación de segunda). Y luego, claro, su guión, escrito por Wyllis Cooper, que ese mismo año 1939 había perfilado el guión de "El acecho del fantasma" con Lugosi.
Lo primero que le puede llamar la atención a un espectador moderno de "El hijo de Frankenstein" es comprobar que fue está película de la serie, y no las dos primeras, la que inspiró más directamente a la celebérrima película de Mel Brooks, "El jovencito Frankenstein". Ambas cuentan básicamente lo mismo, la llegada al castillo de Victor Frankentein de su hijo bajo el recelo de los lugareños que ven en el vástago del científico un nuevo esbozo de horror y sangre. Incluso el divertido policía que en la versión de Brooks tenía un brazo de madera y hacía disparatados movimientos para, pongamos por caso, encenderse un cigarro, está en "El hijo de Frankenstein", menos hilarante desde luego, pero que no puede evitar esbozar una sonrisa al verlo y recordar el film de Brooks.
Anecdotario a un lado, lo cierto es que "El hijo de Frankenstein" es una película valiosa, por varias razones. En primer lugar porque como afirma el historiador cinematográfico David J. Skal, el film de Lee cierra una etapa muy particular en los estudios Universal y en esta lucrativa etapa del cine de terror de los 30, 40 y 50. "El hijo de Frankenstein" es el último film de esta época que todavía cultiva y explota los signos visuales a partir de los cuales se configuró todo el cine de terror de la Universal; el expresionismo alemán. Como afirmaba Skal la película de Lee todavía mira hacia atrás, en vez de hacia adelante, de modo que hunde sus raíces en esa óptica adulterada de las trascendencia que fue el expresionismo. Sombras abigarradas, líneas y vértices que sugieren desequilibrio, contraste entre luces y sombras. Todo el expresionismo domesticado por Hollywood está en "El hijo de Frankenstein".
Además, "El hijo de Frankenstein" atesora multitud de detalles que cultivan el mito de Frankenstein en vez de detonarlo en mil pedazos, como ocurriría a partir de ahora en la Universal. La presencia de Boris Karloff ya garantiza cierto estoicismo en el conjunto, Bale Lugosi borda un papel que según dicen, fue literalmente improvisado por el actor poniendo de relevancia el buen intérprete que hubiera podido llegar a ser Lugosi si no se hubiera obsesionado con la capa y los colmillos del conde Drácula. Y en todo esto, Rowland V. Lee mantiene el tipo con suma dignidad. Si bien no llega a los extremos de James Whale, Lee mantiene una puesta en escena coherente, sin efectismos ni subrayados fuera de lugar, con respeto y con la pasión justa como para no perderse en lo desatado. Todo un ejemplo de film artesanal, impersonal dirían algunos, pero terriblemente correcto y contenido. Una película a reivindicar.
Frankenstein en cambio, una vez el estreno de "Drácula" puso de manifiesto el interés del público por este tipo de películas, gozó de una mayor libertad creativa y dejó las manos de James Whale algo más libres. "El doctor Frankenstein" y muy especialmente, "La novia de Frankenstein" certificarían el buen estado de salud del mito. Aún así, el moderno prometeo soportó con toda dignidad una tercera secuela nada desdeñable que vendría filmada en esta ocasión por Rowland V. Lee, un formidable director forjado entre las paredes del cine mudo que logró destacar demasiado tarde en un entorno un sistema ciertamente emético hasta el punto de haber pasado desapercibido durante años. Lee no sólo filmaría una dignísima secuela de Frankenstein con "El hijo de Frankenstein", sino que además rodaría películas tan notables como "La torre de Londres", con Boris Karloff o "El capitán Kidd" con Charles Laughton.
"El hijo de Frankenstein", se nota a la legua, todavía fue un proyecto de la Universal planteado con seriedad, esto es, se ofreció el papel de la criatura de nuevo a Boris Karloff, que lo aceptó y se recurrió, nada menos que a Bela Lugosi para que interpretara a Igor (una curiosa paradoja sabiendo que Lugosi negaría en su día meterse en la piel de la criatura por considerarla una interpretación de segunda). Y luego, claro, su guión, escrito por Wyllis Cooper, que ese mismo año 1939 había perfilado el guión de "El acecho del fantasma" con Lugosi.
Lo primero que le puede llamar la atención a un espectador moderno de "El hijo de Frankenstein" es comprobar que fue está película de la serie, y no las dos primeras, la que inspiró más directamente a la celebérrima película de Mel Brooks, "El jovencito Frankenstein". Ambas cuentan básicamente lo mismo, la llegada al castillo de Victor Frankentein de su hijo bajo el recelo de los lugareños que ven en el vástago del científico un nuevo esbozo de horror y sangre. Incluso el divertido policía que en la versión de Brooks tenía un brazo de madera y hacía disparatados movimientos para, pongamos por caso, encenderse un cigarro, está en "El hijo de Frankenstein", menos hilarante desde luego, pero que no puede evitar esbozar una sonrisa al verlo y recordar el film de Brooks.
Anecdotario a un lado, lo cierto es que "El hijo de Frankenstein" es una película valiosa, por varias razones. En primer lugar porque como afirma el historiador cinematográfico David J. Skal, el film de Lee cierra una etapa muy particular en los estudios Universal y en esta lucrativa etapa del cine de terror de los 30, 40 y 50. "El hijo de Frankenstein" es el último film de esta época que todavía cultiva y explota los signos visuales a partir de los cuales se configuró todo el cine de terror de la Universal; el expresionismo alemán. Como afirmaba Skal la película de Lee todavía mira hacia atrás, en vez de hacia adelante, de modo que hunde sus raíces en esa óptica adulterada de las trascendencia que fue el expresionismo. Sombras abigarradas, líneas y vértices que sugieren desequilibrio, contraste entre luces y sombras. Todo el expresionismo domesticado por Hollywood está en "El hijo de Frankenstein".
Además, "El hijo de Frankenstein" atesora multitud de detalles que cultivan el mito de Frankenstein en vez de detonarlo en mil pedazos, como ocurriría a partir de ahora en la Universal. La presencia de Boris Karloff ya garantiza cierto estoicismo en el conjunto, Bale Lugosi borda un papel que según dicen, fue literalmente improvisado por el actor poniendo de relevancia el buen intérprete que hubiera podido llegar a ser Lugosi si no se hubiera obsesionado con la capa y los colmillos del conde Drácula. Y en todo esto, Rowland V. Lee mantiene el tipo con suma dignidad. Si bien no llega a los extremos de James Whale, Lee mantiene una puesta en escena coherente, sin efectismos ni subrayados fuera de lugar, con respeto y con la pasión justa como para no perderse en lo desatado. Todo un ejemplo de film artesanal, impersonal dirían algunos, pero terriblemente correcto y contenido. Una película a reivindicar.
2 comentarios:
L a pelicula de Dracula de Bela Lugosi me parece aburrida, sin embargo las de Frankenstain me encantan.
Son, como podria decir, magicas.
Un saludete
El Drácula de Lugosi mola por lo que mola, por lo que tiene de mítica y esas cosas... Pero es diametralmente cierto que los Frankenstein están mucho mejor. Y ya, cuando Drácula y Frankentein se ponen en plan hilarantes, pues a divertirse tanto con uno como con otro, porque "La mansión de Frankenstein"...
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