miércoles, 28 de enero de 2009

50 años de faldas y un poco de locura...


El próximo 29 de marzo la genial y desternillante obra maestra de Billy Wilder, "Con faldas y a lo loco" cumplirá 50 años, parafraseando a Sugar Kane Kowalczyk (el papel que interpreta Marilyn Monroe en la película), 50 años son medio siglo, le hace a uno pensar... Pensar por qué ya no se hacen películas así, por qué no se hace comedias así, por qué no se escriben guiones así, por qué no se explota a actores así, por qué ya no hay mujeres, o al menos no se publicitan así, por qué no hay actores como Lemmon... Son muchas las cosas que hace pensar una película como "Con faldas y a lo loco" (su título original es "Some Like it Hot", todo un reto para los traductores que viene a decir algo así como "a algunos les gusta caliente") y muy poco el consuelo que provoca, salvo su mera existencia, una milagro cinematográfico de primera magnitud. En los 50 años de historia del film de Wilder la película no ha envejecido un ápice, su mito se ha multiplicado, su grandeza se ha extendido y sus chistes continúan intactos.
Cuando "Con faldas y a lo loco" se puso en marcha nadie en la Warner Bros. quería a un actor como Jack Lemmon, joven e incipiente intérprete que hasta la fecha no había protagonizado aún ningún título descatabale pese a tener a sus espaldas más de una veintena de trabajos para cine y televisión. Nadie quería a Lemmon, pero Wilder se empeñó en que ese era su hombre. Y no se equivocó. Cuentan los que estuvieron allí los primeros días de pruebas y ensayos generales, que la primera vez que Lemmon y Curtis se disfrazaron de mujeres fueron juntos desde sus camerinos hasta el estudio disfrazados para comprobar si alguien los reconocía. Nadie se percató de que eran Lemmon y Curtis. Dicen también, que Lemmon se encontraba mucho más cómodo vestido de mujer que Curtis. El protagonista de "El apartamento" fue ponerse unos tacones y una falda y empezar a comportarse como una mujer. A Wilder se le hacían los ojos chiribitas cuando veía la mina que tenía en Lemmon.
Billy Wilder decidió rodar "Con faldas y a lo loco" porque temía que ante una iluminación en color, Curtis y Lemmon resultaran demasiado grotescos maquillados de mujeres. Existen algunas fotos en color de ambos actores y ciertamente, se genó con anteponiendo el blanco y negro al color. Pero sin duda, el gran mito de aquel glorioso rodaje fue sin duda, Marilyn Monroe. Por lo visto, sistemáticamente, la exuberante actriz llegaba tarde todos los días, prácticamente, sin excepción. Tanto, que cuentan que el último día de rodaje, filmando la última escena de la película, la Monroe no se presentó. Wilder, harto de esperarla, decidió rodar sin ella y guiado por una inspiración divina, él y su amigo y co-guionista I.A.L. Diammond idearon un nuevo final. Wilder ha gustado de alimentar el mito de a quien se le ocurrió aquello de nadie es perfecto, pero en declaraciones anteriores, el director de "En bandeja de plata" admitía abiertamente que aquella frase fue cosa de Diammond.
A Wilder también le ha gustado alimentar el mito de esa Marilyn Monroe catastrófica ante la cámara si no había un buen director, él, que la pusiera en su sitio. Una de las anécdotas más repetidas por Wilder es aquella en la que estaban rodando una escena en la que Marilyn debía llamar a una puerta, preguntar si había alguien en la habitación, abrir un cajón y preguntar por la botella de Whisky. En ese orden concreto. Imposible. Marilyn preguntaba primero, llamaba después, entraba primero, preguntaba después, preguntaba por el Whisky, llamaba después, en fin..., un desastre. Cuenta Wilder que cuando llevaban las 50 ó 60 tomas, cada toma costaba una fortuna al estudio y cada día de rodaje un capital. De modo que Wilder, se acercó a Marilyn consciente de lo apurada que debía estar la actriz y le dijo, bien Marilyn, no te preocupes por nada y Marilyn respondió, ¿preocuparme por qué?. Ante esto Wilder solía decir, así era Marilyn...
Cierto o no, y todo parece indicar que así fue, Billy Wilder ha demostrado en sobradas ocasiones que es un excelente director de actores. La crítica en general reconoce sin ambages que Mariyn nunca fue tan buena actriz como cuando fue dirigida por Wilder, un hombre con una lengua especialmente entrenada para la sorna más ácida y un sexto sentido para la comedia. Un buen ejemplo fue la escena de las maracas de Jack Lemmon. En la secuencia, Lemmon le anuncia a Curtis que se va a casar con Osgood Filding III, un viejo verde y aburrido millonario interpretado de forma magistral por Joe E. Brown. En la escena, Lemmon después de cada frase agita las maracas. El asunto, que puede resultar absolutamente banal visto hoy el film, pero en realidad, el gesto era una medida tomada con toda precisión con Wilder, pensada para que después de cada frase de Lemmon, un chiste potencialmente gracioso, el público se riera y mientras Lemmon agitaba las maracas de modo que las carcajadas no eclipsaran la siguiente frase del actor. En suma un perfecto ejemplo de ritmo en la comedia, no por mayor acumulación el asunto se torna más gracioso, al contrario.
Poco después de su estreno, se lío un buen barullo porque a Tony Curtis, que había compartido con Marilyn una de las escenas más tórridas de toda la película, se le ocurrió decir que besar a Marilyn había sido como besar a Hitler. Curtis ha estado matizando desde entonces aquella afirmación, asegurando que no era una cuestión de rechazo a la indiscutible belleza de la Monroe, sino que era una cuestión de presión provocada fundamentalmente porque en aquella escena, en todo momento, hubo una tutora con aspecto de agente de la SS delante de ambos para asegurarse de que nadie se aprovechara de la ingenua actriz.
Estas y probablemente muchas historias alimentaron uno de esos rodajes donde todo encajó a la perfección; el guión, la historia, los chistes, los actores, la planificación, el montaje y hasta las improvisaciones. Todo. Y todo encajó con la precisión de un mecanismo de relojería pero sin su frialdad. La película además, no sólo resulta desternillante sino que además, plantea una serie de cuestiones muy golosas sobre la dinámica del disfraz y el rol que todos los días desempeñamos los seres humanos en nuestro día a día. Una película redonda en suma que ha ocupado en no pocas ocasiones, los primeros puestos, sino el primero, como la mejor película de la historia del cine. Tal vez decir tal cosa sea decir demasiado, pero lo que si parece claro es que "Con faldas y a lo loco", visto lo visto, se tercia un film irrepetible. Por 50 años y por otros 50, como mínimo, si perder un ápice de acidez, diversión, ritmo y descaro.

6 comentarios:

Tigretón dijo...

Magistral película. Magistral reparto. Escenas inolvidables. Otra de las películas que integran mi videoteca desde hace tiempo (a la espera de ese ansiado televisor que las acompañe como se merecen) Ese movimiento de caderas (y de algo más) de Marilyn mientras camina por el andén para subir al tren con su "Oukelele"... La fiesta de los gangsters en el hotel (y como se identifica a "Botines" bajo la mesa) con esa gran tarta de cumpleaños.

Y, por supuesto, la mítica escena, el mejor final de la Historia del cine (seguramente), con esas caras que pone el actor secundario que citas, siempre sin apartar la vista de la mar y con esa sonrisa apretada, mientras va diciendo desde que no es rubia natural, que ronca, que no puede tener hijos, es hasta el "Bueno... Nadie es perfecto"

Ramón Monedero dijo...

En efecto. Grandiosa.

El chache dijo...

Con faldas y a lo loco es una pelicula que todo el mundo deberia ver y disfrutar.
Un saludete

Ramón Monedero dijo...

Tu lo has dicho chache, tu lo has dicho, por cierto, cada día me sorprendes más con tus fotos de perfil...jeje

Athena dijo...

Qué más se puede añadir. Sólo que tuvieron que repetir tantas veces la escena del beso que Curtis tuvo que comerse un montón de muslos de pollo (en dicha escena él está comiendo antes de que se bese con Marilyn). Sea verdad o no, lo cierto es que en esta película la mejor historia es la de Jack Lemmon y Joe E. Brown.

Ramón Monedero dijo...

Yo díría incluso que sin Lemmon y Brown, la película no habría sido la misma. Son imapagables sus escenas, el propi Brown, es un regalo divino, un verdadero canto de inspiración del humor. Sobresaliente.